Un día, se le reveló la pregunta fundamental: ¿quién eres?, como balde de agua helada que tensa los músculos de la vida, que se esfuma en la ruidosa y asfixiante cotidianeidad. Clarissa Pinkola no pudo más que hacer pausa, silencio, oscuridad y no paró de buscar, preguntar, escribir hoja tras hoja, hasta 20 años después cuando “Mujeres que corren con lobos” alumbró como inacabable revelación: un diario en llamas, donde la escritora y psicoanalista junguiana nos regala metáforas y secretos ancestrales, paseándonos por su genealogía de la oscuridad, tentándonos a hacer lo mismo: escoger el abismo, arrojarnos al vacío y no volver.
La ansiedad pandémica nos lanza una pregunta: ¿qué haremos con el encierro? Reconocerlo, traer a colación su presencia en nuestras vidas, hacer silencio y soledad hasta que aparezcan nuestros arquetípicos miedo; convivir y dialogar con ellos, con nosotras, sin voltear a otro lado porque ya no hay otra opción: aún hay tiempo, para hacer y vivir nuestros relatos. Respirar, perder el miedo a perder el miedo, abortar lo que nos mantiene ocupadas, preguntar y responder lo que nos interesa, nombrar y hacer espacio en nuestra vida para lo que queremos profundamente; más o menos así, Clarisa, nos muestra un camino sin retorno: el diálogo sincero con nosotras, sin intermediarios, casi una receta para renunciar a la potestad de nuestra existencia.
Vayamos con el libro: adentro, al bosque, a subir montañas; develemos y resguardemos la naturaleza que nos queda, aún hay tiempo para eso; para ejercitar los sentidos, fortalecer la intuición y planear las fugas del encierro.
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